Cambiar de vida: como hacer un balance adecuado
A todos nos ha ocurrido alguna vez. Aparentemente cómodos y amoldados a nuestra rutina, de pronto, un buen día, de forma inesperada, nos asalta la duda ¿Y si nos hubiéramos equivocado de sitio ? ¿Y si nos hubiéramos equivocado de profesión, de pareja…de vida?. Otras veces, más allá de cuestionamientos trascendentales sobre el sentido de nuestra vida, se trata más bien de un movimiento interior, como si algo en nosotros nos alertase de que hay algo que no funciona en nuestro día a día, y nos empujase a cuestionarnos nuestro status quo. Deberíamos cambiar de vida?
¿Tal vez deberíamos dejar un trabajo rutinario para seguir nuestra vocación de la infancia…irnos a vivir a otro país o al campo…volver a estudiar ? Preguntas que, muchas veces, nos planteamos en momentos en los que estamos especialmente predispuestos a hacer balance: cumplea?os, – sobre todo los cambios de décadas – aniversarios de grandes acontecimientos, principio de a?o…A veces es un acontecimiento inesperado, desde algo grave (como un accidente o una enfermedad) a algo aparentemente nimio(como un encuentro con alguien de nuestro pasado), o un cambio no atendido en nuestra rutina, el que nos lleva a replantearnos las cosas. Pero ¿Cómo saber si esas preguntas que de pronto nos asaltan son juiciosas ? ¿ Cómo distinguir una verdadera voluntad de cambio de un golpe de tristeza momentáneo?
Probalemente la respuesta se encuentre en nuestro interior. Sólo nosotros podemos reconoceer la profundidad de nuestra voluntad de cambio. En muchas ocasiones, la cuestión no se activa después de una madura reflexión o una decisión voluntaria, sino como resultado de una emoción inesperada que no podemos ignorar y que nos obliga a plantearnos qué es lo que anda mal. “Empezamos a experimentar una cierta incomodidad emocional (ansiedad, tristeza, incertidumbre) en el trabajo, con la pareja o en la familia, y es como si, de pronto, sintiéramos qua lo que hacíamos hasta ahora no encaja con nuestra nueva forma de ser o de relacionarnos” – explican los psicólogos. En otros momentos, es un cambio no atendido el que pone de relieve un malestar oculto, con el que hasta entonces habíamos podido, bien o mal, convivir. “Cuando las cosas nos van bien ni siquiera nos planteamos cómo está nuetra vida, porque la felicidad es un estado que queremos conservar. Pero cuando un cambio altera nuestra cotidianeidad es cuando volvemos la vista atrás, miramos a nuestro alrededor y nos cuestionamos qué tenemos por delante”. Por ello, de esos puntos de inflexión inesperados podemos extraer una ense?anza: “Aunque parezca una contradicción, las crisis son positivas, porque son momentos de cambio. Los sucesos vitales, aunque sean negativos, son una gran oportunidad para la mejora personal”.
Pero, aunque algo en nuestro interior parezca indicarnos la necesidad de cambio, en ocasiones preferimos desoírlo por miedo a afrontar todo lo que implica iniciar un nuevo camino. Así, frente a la montaña de angustia general por el reto que supone, preferimos, en ocasiones, renunciar, imaginarnos que es misión imposible. “Lo nuevo y lo desconocido como productos resultantes del cambio, muchas veces nos dan miedo y nos paralizan. Sin embargo si nos atrevemos a soltar y confiamos en nuestras capacidades y aptitudes el cambio nos abrirá a aspectos muy enriquecedores: relaciones más sanas, trabajos con más sentido, emociones de alegría y bienestar psicológico”. Porque cuando algo nos empuja a cuestionarnos y nos damos cuenta de que necesitamos redireccionar algún aspecto de nuestra vida, eso nos puede ayudar a vivir de forma más acorde con lo que somos ycon lo que sentimos. Por ello, llevar a cabo esos cambios que sentimos necesarios supone una liberación.
Sin duda hace falta mucha fuerza de voluntad para dejar atrás lo que hasta ese momento, más o menos non funcionaba, e intentar vivir de forma más acorde con lo que ahora sentimos. Interrogarnos sobre nosotros mismos no es una posición cómoda, y va unida a una voluntad inconformista, la de no resignarnos a dejar pasar la vida sin más, la de quere sentir una coherencia entre lo que hacemos y lo que sentimos. Pero si la respuesta a ese cuestionamiento interior es la necesidad real de un cambio profundo, ello no implica forzosamente rupturas profesionales a amorosas, portazos ensordecedores o giros de ciento ochenta grados. Se puede tratar de cambios mucho más sutiles y meditados. Y, sobre todo, lo suficientemente sólidos como para poder mantenerlos a largo plazo. “Las prisas nunca son buenas consejeras, y tomar decisiones importantes en momentos en que las emociones, sean positivas o negativas, están a flor de piel no es acondejable”. Así, no se trata de romper con todo de manera impulsiva, sino de iniciar un nuevo camino, sabiendo que habrá que ir paso a paso si queremos que sea sólido.
Para los psicólogos, cuyos pacientes les solicitan ayuda en esos periodos de cuestionamiento interior, todo cambio profundo debe poderse mantener y, por ello, a menudo, es mejor que los cambios sean paulatinos, y no bruscos. “El cambio – explican – se va produciendo poco a poco, como un amanecer del alma o como la germinación de una semilla, pues si cambiamos bruscamente, es posible que no hayamos realizado la transformación en toda su profundidad, y volvcamos en breve a los patrones del pasado”.
Pero ¿cómo no desfallecer cuando los resultados son tan a largo término que podemos tener la impresión de no avanzar? “Debemos fijarnos plazos de tiempo adecuados a la magnitud del cambio que queremos conseguir”. En ocasiones no obtenemos nuestros objetivos al primer intento porque no hemos planteado la mejor estrategia para alcanzarlos. Pero eso no significa que no podamos volver a intentarlo: “Para poder evaluar nuestra situaciòn – siguen los psicólogos– debemos recordar los cambios que queríamos llevar a cabo, pensar en los motivos que nos lo han impedido y buscar nuevas formas para mejorar. Aprender de los errores e intentar estrategias distintas es el mejor camino”.
Muchas veces el cuestionamiento interior no está dirigido tanto a cambiar un aspecto de nuestra vida – pareja, trabajo, residencia… – como un patrón de comportamiento, a menudo adoptado para ajustarnos a la imagen que los demás tienen de nosotros mismos. Así, las decisiones tomadas después de un cuestionamiento constructivo sobre uno mismo permiten poner fin a la sensación de no poder escapar de lo que se espera de nosotros y no tener más opción que amoldarnos a lo que, en teoría, nos corresponde. “Inicialmente somos aquello que nuestros padres nos dicen que somos, y podemos actuar en función de lo oque se espera de nosotros. Un niño al que se le cataloga de responsable puede actuar como tal, porque es lo que se espera de él. A medida que crecemos desarrollamos nuestro propio autoconcepto, independientemente de las creencias de los demás, aunque nos influencian de algún modo”.
Cuestionarnos a nosotros mismos para saber quiénes somos y qué queremos realmente es un proceso no siempre fácil, pero, sin duda, liberador.
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