¿Qué es lo que te llevó a hacer el Camino?
Hacia ya tiempo que me rondaba por la cabeza la idea de hacer el Camino de Santiago. Necesitaba hacer un paréntesis en mi vida para pensar muchas cosas. Estaba perdiendo la capacidad de soñar. Alguien me había hablado de lo que llegas a vivir y a sentir en esta aventura y me dije ¿por qué no?
Me estuve “entrenado” durante un mes. A mí siempre me ha gustado caminar, así que no me supuso mucho esfuerzo. Antes de partir, nos documentamos e hicimos una distribución de las etapas; hacíamos aproximadamente unos 30km al día. Con el sol justiciero de agosto es imposible caminar a medio día, por ello partíamos de madrugada y os puedo asegurar que no hay nada más bonito que un amanecer en el Camino. Durante las distintas paradas en los pueblos del Camino de Santiago se encuentran dos tipos de albergues; por una parte los públicos. En ellos se prima a los peregrinos que andan solos o en grupos reducidos frente a los grandes grupos organizados. Todos los de la Red de Albergues de la Xunta de Galicia tienen actualmente un precio de cinco euros. Hasta hace pocos años eran gratuitos.
Por otra parte están los albergues privados, que son administrados por particulares o asociaciones laicas o religiosas, que normalmente no tienen afán de lucro. Nosotros éramos un grupo de 6 personas y ante la posibilidad de quedarnos sin techo donde dormir decidimos reservar con antelación en albergues privados.
¿Qué significó para ti esta experiencia?
Lo verdaderamente importante no es en sí la ruta física, tal camino o tal sendero, sino el camino del caminante, tu propia experiencia interior en contraste con lo que la ruta te va ofreciendo por fuera, porque el Camino tiene la rara virtud de estar hecho a la medida de cada uno. Es algo que hablaba con mis compañeros de viaje. Cada uno buscábamos ‘algo’ en aquella aventura, en aquel camino, era un ‘algo’ tan diferente, pero al final cada uno de nosotros obtuvo ese ‘algo’. El Camino te da tanto y te pide tan poco. Es una experiencia, una pedagogía que enseña a vivir mejor. Todavía hoy me acuerdo de ese primer día, nada más ponerme a andar no tardaron en venir los primeros dolores. Me salieron rozaduras de las zapatillas (por eso insisto en la importancia de llevar calzado cómodo) Me tumbé literalmente en el suelo porque no podía con el dolor. En aquel momento pasaba por allí una pareja de unos 40 años de edad. No se me olvidará nunca lo que él me dijo: “los pies son los soportes que llevan en ciernes a la persona hacia su destino. Se debe atender a sus requerimientos, aprender a tratarlos con disciplina y con consideración, puesto que de ellos depende uno mismo para llegar a la meta ansiada” Me quedé perpleja. Ya desde el minuto cero el Camino me ofrecía su sabiduría. En el Camino se aprende a amar el cuerpo. A él le debemos mucho, tu cuerpo es más que una mera apariencia, tu cuerpo es tu tesoro.
Esa pareja recorrió con nosotros lo que restaba de etapa por aquel día. Nos contaron que se habían conocido 10 años atrás… haciendo el Camino. Manuel era de Valencia y Olga era belga. Ambos habían decidido hacer el Camino de Santiago. Durante el recorrido, se conocieron, se gustaron, descubrieron que “estaban hechos el uno para el otro” (eso nos dijo Olga) y se habían casado al llegar a la Catedral de Santiago. Diez años después volvían hacer el recorrido juntos, desde el principio hasta el final rememorando ese maravilloso momento en que “sus caminos se cruzaron”.
Curiosidades y símbolos en el Camino de Santiago
El Camino es magia, hay que llevar bien abiertos los ojos para poder admirar con detenimiento las maravillas que nos ofrece la madre naturaleza; sus sonidos, la brisa fresca de la mañana, el verde de aquellas tierras… Tampoco es para menos las obras del ingenio humano: El Camino es la senda del románico, ese arte sobrio y enigmático cargado de simbolismo que habla a aquel que quiera detenerse y escuchar el canto de sus piedras. Hay dos cosas curiosas que van dadas de la mano: la Credencial del Peregrino y la Compostelana.
La Credencial del Peregrino es una libreta de papel que se puede obtener en algunos albergues e iglesias, cuya finalidad es su sellado un par de veces al día (ya sea en iglesias, albergues o incluso hay bares con su propio sello), para que el peregrino consiga la acreditación necesaria para alojarse en los albergues del Camino. En cambio, la Compostelana o Compostela es un certificado expedido por las autoridades eclesiásticas y dado a los peregrinos cuando acaban su recorrido. Para ganarla se necesita haber andado un mínimo de 100 kilómetros a pie o a caballo (200 Km si se va en bicicleta) Lo que significa que el recorrido mínimo por el camino francés empieza en la ciudad de Sarria. Cuando se llega a Santiago de Compostela se tiene que mostrar la credencial del camino, que demuestra que se ha andado y se ha hospedado en los lugares que ésta muestra.
En la Edad Media, la “Compostela” era un modo de indulgencia, que permitía reducir a la mitad el tiempo del alma en el purgatorio. No obstante, si ésta ha sido obtenida en un año santo compostelano, se obtiene la indulgencia plenaria. Este documento se otorga a los peregrinos que han llegado a Santiago por motivos religiosos (u otros). Para aquellos que alegan otros motivos existe un certificado alternativo. La oficina de acreditaciones de peregrinos de Santiago expide más de 100.000 Compostelas al año a peregrinos de 100 países diferentes. Son muchos los símbolos que aparecen a lo largo de la aventura, sin ir más lejos la Vieira: Hace siglos que la vieira, que se encuentra típicamente en la costa del mar en Galicia, es el símbolo del Camino de Santiago, y de sus peregrinos. Antiguamente los peregrinos, al regreso a sus países de origen, lo llevaban puesto encima de su hábito o en el sombrero, para demostrar haber llegado hasta Santiago, el objetivo del viaje.
En francés, la expresión Coquille Saint-Jacques (concha de Santiago) quiere decir vieira. En Francia la vieira era, desde la Edad Media, símbolo de todos los peregrinajes: la llevaban no sólo los peregrinos que volvían de Santiago de Compostela sino también los que volvían de la Tierra Santa y del Monte Saint-Michel, dado que era también uno de los símbolos de San Miguel. Ahora cada vez que veo una vieira me recuerda a esos 15 días como aventurara por tierras gallegas. Es también curiosa la expresión “Ultrella”; con este término se saludan, y se saludaban los peregrinos en el Camino de Santiago. “Ultrella”, o “ultreia”, viene del latín “ultra” y “eia” que significa “más” “allá” respectivamente. De modo que, este saludo sirve para animarse los peregrinos entre sí en el Camino, diciendo que el final se está acercando y llegarán a Santiago. También se decía “ultreia, suseia, Santiago”, que quiere decir “ánimo, que más allá, más arriba está Santiago”. Esto me lo contó Antonio, un abuelito muy simpático que me encontré llegando a Portomarín. Llevaba más de 72 años viendo pasar peregrinos de diversos puntos del planeta. Había dedicado toda su vida al campo, y a pesar de estar jubilado seguía levantándose pronto para ir a regar su huerto. “Es la costumbre, a quién madruga Dios le ayuda” me decía. Nos contaba, volviendo al término de “Ultreia”, que este tipo de saludo podía ayudar a mantener las fuerzas físicas y espirituales para seguir con el viaje.
Es bonito que siga la tradición del saludo hasta hoy, que haya un léxico de peregrinos que una. Es como integrarse en cualquier cultura, hay que aprender las frases que hacen de esa cultura una unidad especial y única. Antonio era un libro de anécdotas e historias sobre el Camino. Pasamos un buen rato en su compañía.
El camino interior
En el Camino se aprenden a valorar las pequeñas cosas, esas que echamos de menos cuando las perdemos. Mentiría si dijese que al principio no fue duro, el Camino te va curtiendo poco a poco; primero el cuerpo cansado te manda señales (agujetas, ampollas, tendiditis, rozaduras…), luego será la propia psicología la que comience a quejarse y te preguntas: “¿Qué pinto aquí con lo bien que estaría en mi casita?” Pero ves que no estás solo (y no me refiero a las personas que venían conmigo), el recorrido está lleno de gente (a pie, en bici, a caballo, solos o en compañía) que por diversos motivos hacen el Camino. Estas personas, sus vidas, sus historias…te harán reflexionar. Surge la amistad, el compañerismo y incluso a veces…el amor.
En dos semanas que duró nuestra aventura hubo momentos de todo; pude caminar sola, en silencio, en medio de aquella naturaleza que cada mañana me dejaba atónita. Caminé en compañía de mis amigos de grupo. Mi camino se cruzó con nuevos viandantes. Momentos de risas en el albergue, momentos de llanto y emoción. ¡Y que bien se come en el norte!
Consejos prácticos
El equipaje que uno precisa es mínimo (ropa y calzado cómoda), con el tiempo todo sobra. Si llevas mochila procura llevar lo imprescindible, ya que tu espalda te lo agradecerá. Eso sí, no olvides un pequeño botiquín para posibles dolencias en los pies. Conviene entrenarse previamente antes de iniciar el Camino y a la hora de caminar, procurar mantener el ritmo, ya que son muy frecuentes las lesiones. No es una competición, lo importante es llegar y sobre todo disfrutar. Fundamental beber agua, hidratarse continuamente. Elegir una época del año con temperaturas propensas para caminar. Los mejores meses del años son desde abril hasta septiembre. Aunque al inicio de la primavera corres el riesgo de lluvia teniendo en cuenta que en Galicia suele llover bastante. No importa hacer el recorrido en grupo o solo. Es decir, a lo largo del Camino te encontrarás con muchas personas. Tienes oportunidad de relacionarte, conocer gente, hacer amigos. Otra recomendación importante, usar lo menos posible el teléfono móvil, piérdete en aquello que te ofrece el Camino.
Os he ofrecido un pequeño retrato del Camino que conozco, del mío, una fotografía que, espero, os ayude a prepararos a vivir esta aventura en la que uno vuelve a sus raíces más profundas, al yo profundo que somos, al contacto con los demás y con el medio ambiente. Os invito a caminar ya mismo…
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