Miedo al fracaso, enemigo número uno del cambio
Después de haber conocido y afrontado el enemigo más fuerte del cambio, la costumbre, en el artículo de hoy os presento otro, que creo todos hemos encontrado al menos una vez en la vida: el miedo al fracaso. A mí me gusta más llamarlo miedo a lo desconocido, y veremos porqué.
Yo parto de mi convicción personal que el fracaso, o lo que muchos de nosotros llamamos fallo, en realidad no existe y no debe existir ni siquiera como concepto.
En el momento en que se toma una decisión, se estudia un cambio y se evalúa la posibilidad, el fracaso no debe ser contemplado como una de las posibilidades. Pueden parecer solo declaraciones poco realistas para evitar un peligro, más que para combatirlo y vencerlo, pero no es así. Os doy mi concepto de fracaso. Fracaso es cuando no hay más posibilidades. Este es el verdadero fracaso. Solamente las personas asocian el fracaso a la falta de razonamiento de un objetivo específico medible y definido en una franja de tiempo. Bien parece que juguemos con las palabra, pero si no se alcanza un objetivo, no se trata de fracaso, sino de la falta de alcance de dicho objetivo dentro de unos términos establecidos. Significa simplemente que se necesita más tiempo, quizás sirven otros recursos, pero el objetivo puede ser alcanzado. No hay fracaso hasta que se agoten las posibilidades. Desde esta perspectiva, por lo tanto, no existe fracaso. Cuando nos decidimos a afrontar un gran objetivo o cambio, y nos sentimos bloqueados por el miedo a fracasar, debemos convencernos que tenemos todos los recursos necesarios para conseguirlo, que si no los tenemos existen infinitas posibilidades para alcanzarlo y que si no podemos alcanzarlo hay otros recursos que habíamos ignorado en un primer momento, pero que podemos usar para conseguir el objetivo.
Yo pienso que alcanzar un objetivo, un cambio, es un largo recorrido hecho de tantos pequeños desafíos en los que me involucro yo y mis recursos. Algunos de estos desafíos serán vencidos otros no. Son los desafíos ganados los que después generan resultados y otras ideas que abren nuevos escenarios y nuevas posibilidades. Hasta que se consigue alimentar este círculo virtuoso, nacerán siempre nuevas posibilidades que desecharán los objetivos intermedios no alcanzados. Cuando una persona llega a decir de sí mismo ‘Soy un fracasado’, creo que intente decir que no ha conseguido nada de lo que se había propuesto en la vida, (al final de su vida, cuando no hay más tiempo), que todo lo que ha hecho lo ha hecho mal y que no hay ninguna puerta abierta al futuro. En conclusión, la alternativa es sólo el vacío. No existen personas así. Afortunadamente la vida tiene mil salidas, miles de ocasiones para ser felices y para conseguir ser eficaces. Lo importante es estar abierto a todo, ser flexible, y estar disponible a aprender y sobre todo a arriesgar. Si una persona une toda su percepción del hecho y auto-eficiencia a sus resultados en la carrera profesional, entonces está claro que la falta de razonamiento de determinados objetivos, en tal ámbito, serán perceptibles como un fracaso, relegando inevitablemente la autoestima y la consideración que uno tiene de sí mismo, por tanto, se convertirá en un fuerte elemento de bloqueo hacia otros cambios y objetivos importantes en otros ámbitos.
Aquella persona podría entonces considerarse fracasada, ignorando todos los aspectos positivos que ha conseguido. Se debe ser sincero y benevolente con uno mismo. Debemos reconocer las cosas en que destacamos y que muchas veces descartamos. Ser un buen padre, realizar actividades de voluntariado, seguir una dieta sana y equilibrada, hacer deporte, ser ecologista en todo lo que se lleva a cabo, ser un buen amigo, ser un buen actor aficionado: por tanto, cualquier cosa que hagamos en la vida que sea importante para nosotros, debe ser reconocida. Empecemos nosotros mismos a reconocerla. Delante de una montaña de cosas que hacemos bien, donde sobresalimos positivamente, habrá también algo que haremos menos bien, algo en lo que necesitemos un poco más de tiempo para alcanzar los resultados deseados. Es solo una cuestión de tiempo. Fijémonos un objetivo, busquemos alcanzarlo y si no lo conseguimos dentro del tiempo establecido… no nos paremos, démonos más tiempo. El tiempo es como el agua. Hay tanta y es gratis, y tenemos la impresión que sea infinita. Como bien sabemos, nuestro tiempo no es infinito, pero hay bastante para darnos al menos un respiro y finalizar el objetivo. El miedo al fracaso debe desvanecerse en el momento en que se desvanece el concepto de fracaso en sí.
Cuando decidamos embarcarnos en un gran cambio de nuestra personalidad y de nuestra vida, lo que nos bloquea verdaderamente es el miedo a lo desconocido. No saber cómo acabará. Para algunos lo desconocido es el empuje para moverse, en cambio para otros se convierte en un fuerte vinculo para quedarse quietos donde están. Los psicólogos hablan de una zona de comodidad para señalar el hecho de que las personas se muestran reacias a salir de esta especie de cojín mullido que les envuelve. Tenemos miedo a salirnos de nuestras costumbres, las cosas que conocemos, el habitual círculo de personas que nos rodea, un trabajo que somos capaces de desempeñar (aunque no nos guste) Estamos siempre expuestos a estímulos idénticos y damos respuestas siempre iguales, sin explorar lo desconocido porque la cosa nos asusta. Tememos empeorar la situación. En este cojín estamos bien, calentitos y cómodos, tenemos miedo que fuera no sea así de confortable. Pero esto nos hace perder la oportunidad de encontrar otros cojines, quizás más cómodos. Nos impide lidiar con tantas otras situaciones, nuevas, no prefijadas, desconocidas. Saliendo de la zona de comodidad y aprovechando el abanico de posibilidades que se nos presentan, podremos finalmente afrontar los grandes cambios de la vida sin miedo al fracaso. Será un recorrido dónde experimentar cosas nuevas, sensaciones distintas, comportamientos alternativos. Algunas echarán raíces y se convertirán en costumbres “buenas”, otras no. No será esto lo que os hará decir que habéis fracasado. Debemos verdaderamente eliminar el concepto y la palabra fracaso. Ninguno en realidad ha fracasado mientras consiga hacer bien otras cosas y mientras busque y encuentre (también fuera de la propia zona de comodidad) otras posibilidades para ser eficaz en cualquier ámbito.
En definitiva, cuando estamos a punto de empezar algo nuevo y nos bloquea el miedo a no alcanzar los resultados deseados, debemos ser conscientes que lo que vamos hacer no es más que una de tantas actividades, de tantos aspectos, de nuestra vida: una de tantas posibilidades que tenemos para demostrarnos y demostrar a los demás nuestra eficacia. No es ni la única ni la última oportunidad que tenemos. Habrá tantas, si buscamos en lo desconocido. Con esta conciencia no queda otra que actuar. Empezar a trabajar para alcanzar el objetivo. Las posibilidades de conseguirlo son casi infinitas, casi como el tiempo que tenemos a nuestra disposición.
Fabio Parietti
Traducción de Cristina Yuste Hernardez
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